Tengo un amigo, el señor X que es un caso muy particular.
El señor X suele llevar americana hasta en los días más tórridos del verano. Si alguien le pregunta el motivo, él pondrá la excusa del aire acondicionado, pero yo se la verdadera razón y es que mi amigo teme profundamente a dos inventos modernos: los ascensores y el metro. Los primeros nunca los usa y el segundo le es inevitable para desplazarse. Pues bien, yo conozco el verdadero motivo de tal vestimenta y es que en los bolsillos de la americana esconde un martillo y un diamante para cortar cristales. ¿Para qué? Por su teoría de que en caso de accidente solamente se salvarán aquellos viajeros del tren subterraneo que vayan provistos de su propio martillo para romper las ventanas de los vagones, dado que hace ya mucho tiempo eliminaron aquellos armarios con tapa de cristal para romper y que contenían una maza metálica para escapar.
Y lo recordé, por lo que tristemente ocurrió en Valencia. Lo llamé por teléfono al enterarme y cuando hablaba con él, le noté la voz triste. Con una inflexión apagada me dijo que la gente nunca andaba preparada y que fue una verdadera pena lo que ocurrió.
El señor X suele llevar americana hasta en los días más tórridos del verano. Si alguien le pregunta el motivo, él pondrá la excusa del aire acondicionado, pero yo se la verdadera razón y es que mi amigo teme profundamente a dos inventos modernos: los ascensores y el metro. Los primeros nunca los usa y el segundo le es inevitable para desplazarse. Pues bien, yo conozco el verdadero motivo de tal vestimenta y es que en los bolsillos de la americana esconde un martillo y un diamante para cortar cristales. ¿Para qué? Por su teoría de que en caso de accidente solamente se salvarán aquellos viajeros del tren subterraneo que vayan provistos de su propio martillo para romper las ventanas de los vagones, dado que hace ya mucho tiempo eliminaron aquellos armarios con tapa de cristal para romper y que contenían una maza metálica para escapar.
Y lo recordé, por lo que tristemente ocurrió en Valencia. Lo llamé por teléfono al enterarme y cuando hablaba con él, le noté la voz triste. Con una inflexión apagada me dijo que la gente nunca andaba preparada y que fue una verdadera pena lo que ocurrió.
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