domingo, febrero 26, 2006

Carta a un director




Pues sí señor, como diría mi madre que aprendió de la vida a través de los dichos: “No es oro todo lo que reluce” “No te fíes de los peces de colores”
A estas alturas, después de tantos enfrentamientos generacionales con ella va a resultar que tengo que darle la razón.
Pues sí, verá usted, por motivos personales y esas sorpresas que da la vida, hace nueve meses que me trasladé a Catalunya. Dejé mi casa y mi trabajo con ilusión renovada.
Una ya no es una niña ¿sabe? Y el idioma era un inconveniente para trabajar en lo mío así que dada la “buena fama” y renombre de Carrefour acepté un contrato de seis meses. Todo fueron buenas palabras: jornada continua, de mañana y tarde alternando cada semana, con muchas posibilidades de mejorar y, salvo casos muy puntuales (mal comportamiento, no apto para el trabajo…) otro contrato de seis meses, luego de un año…y ¡oh! el soñado e idolatrado indefinido.
Y ahí estaba yo, nerviosa ante tanto cambio, con un uniforme en el que no me sentía cómoda, pero con un sueldo (ejem…) y números, que es lo mío. Todo correcto hasta que llegó el mes de Noviembre y no digamos Diciembre…
Había días que no sabía, al llegar a casa, si aún tenía que seguir pasando por el scanner la tortilla y la ensalada o si era una oferta gratuita del Club Carrefour. O sea, que no vivía más que para el trabajo. Fueron veintiún días sin descanso, sin poder celebrar mi Aniversario, sin ver más que las caras de compañeros y clientes… todo difuminado entre sonidos ya imperceptibles y el cansancio de unos ojos saturados.
Recuerdo un día en el que “la gran jefa” nos reunió para advertirnos de que debíamos dar “el do de pecho”, que no olvidáramos la sonrisa, los buenos modales y, sobre todo, el continuo y mortificante: “¿Tiene tarjeta del Club Carrefour?” Recuerdo que pensé que se me iba a estampar la sonrisa y no podría borrarla nunca, que ya se formaban arruguitas en la comisura de los labios de tanto forzarla. “Pero es el trabajo, como cliente preferiría una sonrisa a una cara adusta y sin expresión…¡Aguanta!”
Y me tragué mi dolor de espalda, mi muñeca que gritaba bajo el puente carpiano, me tragué el tener que quedarme más tiempo del debido, me aguanté que en caja central dejaran salir a una compañera antes mientras a mí me hacían salir una hora más tarde por eso de que era más lenta y luego tendrían que quedarse por ella… Soporté que la “encargada” me abriera caja siendo mi hora de cierre porque comprendí que había mucha gente…
Pero todo tiene un límite, y mi cuerpo no lo aguantó (o quizá fue mi mente) Hablé con ella y todo fueron buenas palabras: “Entiéndelo, pero no creas, todo esto lo tenemos muy en cuenta y ella no tendrá la misma gratificación que tú”Ahora me doy en los dientes con un canto. ¡Que fácil me convenció! Más aún cuando (eso pensé yo) teniendo en cuenta mis “posibilidades” me ofreció un puesto en Financiera siempre, claro está, alternando con la Caja: “Sois pocas ahora, con las vacaciones (que yo aún no había tenido) y no se pueden abandonar los clientes”
Perfecto, eso quería decir que me tenían en cuenta para los siguientes seis meses.
Pero había una novedad: habían traído ocho Colombianos, muy jóvenes ellos, muy educados, con la sonrisa perfecta y un trabajo seguro. Muy buen marketing…
Y no puedo dejar de mirarme al espejo por si me ha salido un estigma de xenófoba… y me doy golpes en el pecho: "mea culpa, mea culpa", porque no puedo dejar de pensar cuando terminará todo esto, cuando el beneficio de unos (pobrecitos) surgirá del pan de otros. Porque veo a compañeras que no saben cómo pagarán sus deudas, porque me siento humillada y engañada…
Sí señor, no me renuevan el contrato. A ratos me miro el cuerpo en busca de algo que siento se ha grabado en mi piel a fuego: “Eres no apta”
Ayer vi a una clienta por la calle, se extrañó mucho de no verme por el super, y más porque era “su preferida” y ya no me iba a ver.
Pero de nada me sirve que me lo diga (aunque se lo agradezca) porque esta sensación de fracaso no desaparecerá.
Y dentro de unos meses, cuando el trabajo sea insostenible, volverán a contratar a otras ingenuas que pensarán que Carrefour mira mucho por sus trabajadores (¿?)
Algunas, como yo, se irán con una carta bajo el brazo y la sensación de que de nada sirvió su esfuerzo, y una gran duda ¿Qué hicieron las otras para poder quedarse?
Carrefour busca que sus trabajadores lo hagan en equipo, que se sientan contentos… y yo sólo he visto llantos.
Ya ve señor… los Colombianos tienen el derecho a un pan que otros hemos trabajado… pero claro, no somos lo suficientemente buenos, ellos sí. A ellos se les puso un hotel y se les buscó piso, "chóferes" (entre los trabajadores que aceptaban esperando quedar bien con la jefa)… los demás estamos de suerte si podemos pagar una casa e ir andando si no coinciden turnos.
Eso es Carrefour… o esos son los que mandan donde yo he trabajado.
Me dejo mucho, pero ya está bien… Después de haber escrito todo esto me queda la sensación de haberlo hecho al espacio, como un grito pidiendo justicia, porque los sentimientos están infravalorados… y el frío en casa ajena no le importa a nadie, mientras en la suya tenga calor.
Mi último recuerdo es para alguien que, como yo, fue relegada: “Aquí no se acaba el mundo, no podrán conmigo… ya habrá otro trabajo”
¿Lo habrá?

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