martes, noviembre 21, 2006

La niña mendiga


La niña mendiga de mi pequeña ciudad tiene una edad indefinida entre once y…años. Ella dice que su nombre es Anahí y nadie recuerda exactamente cuanto tiempo hace que se la ve por las calles del pueblo, con su hatillo y su bolsa de cuentos.

Anahí nunca pide dinero, solamente se sienta en algún banco del parque y, cuando se pone a leer, la gente que pasa y la ve sabe que necesita unas monedas para comer y poderse comprar cuentos de segunda mano a su amigo el trapero y se las dán.

-Gracias, es dinero bien empleado -responde siempre con un guiño y una sonrisa cuando se guarda el dinero en un bolsillo de su chaqueta.

Solo necesita pequeñas cantidades para comprar pan, queso, chocolate y naranjas que son las únicas cosas que come a diario. Si le ofreces caramelos o golosinas se los queda pero, más tarde, los reparte a otros niños con los que juega a la hora de la salida de los colegios. La ropa la toma de la beneficencia pero es muy exigente en conservar un estilo de desaliño moderado, aunque ella vaya siempre muy limpia y aseada.

Los otros chavales la adoran, en especial los que son más pequeños. Muchos le dicen que se vaya a vivir a su casa y que sea su hermana mayor. A Anahí le gusta que le pidan eso, pero como sabe que no es posible, contesta con una mueca de aprobación, pero luego dice que no sabría que casa elegir y que se lo pensará con calma para tomar una decisión acertada y correcta.

Una vez un grupo de señoras ricas y con mala conciencia emprendieron una cruzada para que los de ayuntamiento la metieran en algún orfelinato. Antes de eso la llevaron a la fuerza a un hospital para que le hicieran un reconocimiento, con análisis, radiografías y pruebas de enfermedades contagiosas. Los médicos coincidieron en que estaba mucho más sana y, aparentemente, mejor alimentada que la mayoría de niños de su edad. Anahí le dijo a la asistenta social, que la quería mucho, que si la encerraban se escaparía y se iría del pueblo. A la funcionaria le dió pena y dejó el tema en una carpeta de asuntos pendientes en su mesa que, con el tiempo, fue cogiendo polvo y más polvo.

Anahí desaparece por las noches, más pronto si aprieta frío, y nadie sabe dónde duerme. Es otro de sus secretos, como también la forma en que llegó hasta la ciudad, aunque la gente dice que la abandonaron unos feriantes con los que viajaba. Eso, cuentan, fue hace varios veranos, pero nadie puede confirmarlo. También se difundieron otras versiones, a cada cual más llena de misterios.

Nadie comprende como la niña se entiende con otros pequeños de los recién llegados de lugares lejanos y que aún no hablan ninguna de nuestras lenguas. A veces se aparta y, en susurros, la puedes ver conversando con los hijos de los chinos del bazar que, como todo el mundo sabe, sólo se comunican apenas con sus padres o familiares porque sólo hablan su idioma llevando como llevan pocas semanas en el pueblo, y que solamente se alejan unos metros de su puerta para jugar en la calle entre ellos.

Un día, sin que ella se diera cuenta, la oí como les contaba a un grupo de niños del parvulario que la escuchaban embobados junto a la fuente de los columpios, que en otros pueblos había otros muchachos como ella, viviendo igual; que no podían juntarse y formar grupos porque eran diferentes y la gente no los aceptaba más que de uno en uno como máximo. "Los que nacemos así amamos la libertad y, sobretodo, la fantasía de los cuentos -dijo mientras me miraba". Al final acabó diciéndoles con una sonrisa muy iluminada en sus labios: “Si las islas no estuvieran rodeadas de agua no existirían. ¿Lo entendeis? Pués con la imaginación ocurre lo mismo, como las islas necesitan a los continentes, ella necesita de la realidad para existir…”

A veces, aunque pasen los meses y los años y yo la siga viendo igual, me pregunto qué será de la vida de Anahí cuando crezca y se convierta en una mujer.

Será como observar a una isla acercarse hasta fundirse con la tierra firme.

Simplemente inimaginable para mi mente fatalmente tan adulta.

Boris Akopian

7 comentarios:

zorgin dijo...

qué tontería, anahí nunca crecerá más allá de como és, no es como peter pan que no quiere crecer, ella es así...
tal vez algun día desaparezca de ese pueblo, y aparezca en otro donde haga falta...
porque paradojicamente lo de anahí es un arte, aunque para algunos parezca un trabajo...

Alex dijo...

excelente comentario el de Zorgin, no tengo nada que agregar.
Te agradezco, esta historia me hizo poner las pilas y voy a postear lo que me quedó por contar de la Gardelita.

Francesc dijo...

Gracias a los dos por el comentario. La verdad es que escribo pocos relatos, pero este me gusta hasta a mi (sin que sirva de precedente), que soy mi mayor y despiadado crítico.

zorgin dijo...

oiga Linus, insista, yo seguiré disparando sobre el pianista, pero el pianista debe estar...

Mikaelina dijo...

Me ha encantado el relato. Después he visto la firma y me he desilusionado un poco. El comment me ha terminado de descolocar. ¿Es suyo o de Boris?

Estoy de acuerdo con zor de que Anahí es intemporal.

Mikaelina dijo...

Volviendo a lo de os gifts, ahora con Linus transformado parecemos la programación de televisión de la franja infantil!!

Francesc dijo...

A veces en los libros de texto de los de aprender un idioma extranjero sale el nombre de una familia: En francés recuerdo que yo me adentré, en su día, en la vida cotidiana de los Dupont.

Los "Akopian" eran la familia armenia de mis libros de texto de ruso. Por eso a veces gasto la broma de firmar como el patriarca de tal saga: Boris, simpático personaje que, a veces, volaba desde Erevan a Moscú por trabajo ("Komandirovka")...

Una vez en un foro andaron locos buscando en el google al tal Boris Akopian, incluso algún sabihondo aseguró conocerlo y haber leido alguna cosa de él...

El cuento si que lo escribí yo y su historia es que hace unos días, cuando hacía la foto que lo ilustra, le dije a la niña que aparece en ella: -Pareces una mendiga- y de ahí la idea.

La muchacha dicen que se parece a mi y se llama Olimpia.

Y teniendo en cuenta esa semblanza y, tal como está el pulso de la opinión pública sobre mi aspecto facial, estoy pensando en si ahorrar para pagarle a la pobre la cirugia estética cuando sea un poco mayor...

Más que nada por que no la hagan sufrir los comentarios que yo me he llevado.

Y es que para los hijos siempre queremos lo mejor...