EL SENTIDO DEL HUMOR DE CUSTARDOY
Una vez en nuestra comunidad de MSN hicimos un debate sobre el sentido del humor. Le tocó moderar a Custardoy para muchos nuestro mejor escritor.
Escribe mucho mejor que modera, esta es una de las muchas pruebas que se podrían aportar para apoyar tal afirmación...
¿Qué es el sentido del humor? Yo no tengo ni idea pero tiene muchas definiciones. La que a mi me gusta es: el modo diferente de ver la realidad, que determina un modo de sentir y actuar, o como decía Mingote: “El humor es darse cuenta de que todo es relativo”. ¿Se puede ver las cosas más serias con humor? Dicen que Tomas Moro era conducido al patíbulo para su ejecución y que al llegar a las escaleras dijo al verdugo: “Ayúdame a subir, hijo, que para bajar ya me arreglo solo!”. Es posible aprender a ver la vida y los más pequeños acontecimientos que nos enfadan con humor, Albert Boadella dice que no es muy buen conductor y a veces mete la pata. Si alguien le chilla se pone una nariz de payaso que siempre lleva en el bolsillo. En una ocasión un compañero mío estaba echando maldiciones a una mujer que iba conduciendo fatal delante de él. Pararon uno al lado de otro en un semáforo. Él la increpaba con gestos. La dama en cuestión, giró la cabeza hacia él y, suave y dulcemente, le lanzó un beso. El quedó totalmente desconcertado. Reírse de uno mismo, que difícil es encontrar personas que se ríen de sí mismas, Si yo voy de perfecto, superior a los demás, inteligente y chulo, que en ocasiones es un modo de tratar de disimular un complejo de inferioridad, si el único punto de vista aceptable es el mío, si siempre tengo razón, si yo tengo mis principios y no cambio jamás, voy a tener difícil reírme de mis fallos o meteduras de pata que todos tenemos.
Además, si te presto 20 euros y no me atrevo a pedírtelos porque me da corte, aunque sí me gustaría hacerlo; si me pregunta el médico que si soy pensionista, o me ofendo porque alguien me describe para reconocerme como un señor viejo y con barba, si me llaman gordo o feo y eso me hiere, aunque sea verdad, entonces me va a resultar difícil reírme de mí mismo, porque mi autoestima y mi asertividad son muy bajitas. Como decía Gila: “Es que a mí mi mujer me manda a freír espárragos, y yo voy... y los frío”. Para reírse de uno mismo hay que conocerse mucho, es conveniente primero sentar bien las bases. Las ideas sobre mí mismo, me producen sentimientos, que me llevan a actos. Si aprendo, mediante actuaciones concretas a afirmar mi personalidad, a exigir mis derechos, a expresar mi desagrado, (mira: esto es lo que pienso, lo que siento y lo que voy a hacer) mi crítica, mi opinión contraria, mis sentimientos positivos o negativos, me encontraré con que me gusto más a mí mismo y también a los demás.
Cuando dejo portarme de modo que los derechos de los demás pasen por encima de los míos, y acepto que "no puedo agradar a todo el mundo siempre", me encontraré mejor dentro de mi piel, actuaré de un modo más satisfactorio, sentiré más intensamente alegrías y penas. Cuando tengo claro el amor incondicional a mí mismo y mi capacidad de pedir mis derechos, entonces es el momento de reírme de mí mismo y de lo que me sucede, de aceptar mis imperfecciones, mis “grietas”, de sufrirlas, de disfrutar de ellas. Si alguien se ríe de mí, no me importará porque yo me he reído primero. Con una fuerte autoestima podré , sin problemas, jugar a perder, porque como decía El Roto en el último número de El Independiente: “Tranquilos muchachos, los derrotados somos invencibles”. Entonces podré hablarme de este modo: Las personas que tienen claro todo esto pueden reírse de sí mismas.”La vida tiene tres etapas: juventud, madurez y ¡qué buen aspecto tienes!”, o “Los espejos ya no son lo que eran” (Spellman). “Yo he nacido para cantar, no para lucir bañadores” (Mª del Monte). Una compañera de trabajo había tenido una niña y ganado bastante peso. Estaba a dieta y comentaba entre nosotros que era duro, pero eficaz. Un día se le acercó una niña rubita, de ojos azules y mirada angelical: “oye, ¿sabes una cosa? Tienes el culo tres veces más grande que el de mí madre”. El sentido del humor funciona cuando yo utilizo el pensamiento divergente, el lado derecho del cerebro donde reside la creatividad, la fantasía, el absurdo, el lado más loco y divertido, (Inventos deseables, pedían en un programa de radio: un perro sin culo, para evitar cacas; un mando a distancia para cambiar la cara de cabreo del marido; un microondas que enfríe...) y sobre todo el sentido crítico, que nos defiende de la “verdad”, que todo voceras de turno o intolerante de cualquier espectro pretende que nos traguemos. “Pienso luego estorbo” (Forges). Por eso el humor es lo que más teme el poder. Cuando me miro a mi mismo puedo darme cuenta de que el papel que desempeño en la vida, mi rol, quizá está condicionando mi modo de ser, está construyendo una armadura que me tiene atado, una “deformación profesional”. Si tengo que ser respetado y responsable en mi trabajo he de hacerlo con seriedad, no con risas. Pero esa seriedad, en muchas ocasiones necesaria, no puede enterrar mi yo divertido, la posibilidad de pasarlo bien. “ Que el maquillaje no apague tu risa” (J. Sabina). Un modo de crear un ambiente agradable, unas relaciones cordiales en el trabajo es contar, compartir lo divertido que tiene la vida y muchas veces lo duro, pero desde esa perspectiva humorística. Alguien que conozco tiene un modo excelente de contar lo desagradable. Empieza diciendo: “Mira que cosa más graciosa me ha dicho este imbécil”. Cuando tenemos un encuentro desagradable y alguien nos insulta, una alternativa no lógica es distanciarse, no darse por ofendidos y tener muy claro que: “Esa es tu opinión”. Entonces nadie me ofenderá, pues no le daré permiso para ello, ni para enfadarme, diga lo que diga. En un artículo de Joaquín Vidal , “Caballa”, comenta los beneficios de este pescado para la hipertensión porque purifica las arterias, entre otras cosas. “Hay una hipertensión inmune a las dietas: cuando el destino te asigna un imbécil que te pone de los nervios, eso no tiene solución. Salvo que le pegues un caballazo y lo tumbes patas arriba. Un caballazo a tiempo relaja mucho; lo que más”. El humor nos ayuda a que no nos pongan de los nervios, que no tengamos que ir dando “caballazos” o “estrangulando criaturas”, que es lo que más relajados nos dejaría. Aunque esto exige una mayor profundización, si señalo brevemente una idea con aplicaciones extraordinarias: yo no puedo enfadarme y reír al mismo tiempo, simplemente porque mi cerebro no puede funcionar así. Me he informado y he sabido que cuando yo me río, el cerebro segrega unas hormonas, catecolaminas que producen endorfinas, unos opiáceos naturales que me relajan y me hacen sentir bien. Cuando me enfado, en mi flujo sanguíneo se vierten adrenalina y cortisol, las mismas que en caso de peligro me permiten atacar o huir y me ponen en estado de máxima tensión. Como en un coche no puedo meter la primera marcha y la marcha atrás a la vez, en la máquina de mi cerebro tampoco puedo enfadarme y reír. El cerebro no puede actuar según dos órdenes opuestas. De ahí una de las aplicaciones de la risa. Si logro reírme antes, no me enfadaré. Si cuando tengo al imbécil o al chulo delante, logro imaginármelo con una gallina en la cabeza, con los pantalones bajados haciendo alarde de su aerofagía, haciendo pelotillas de moco y jugando con ellas, o las tres cosas a la vez y me río aunque sea interiormente, lo que diga o haga no me afectará. La vida: “La madre naturaleza es una lagartona. Si algo puede salir mal, saldrá; y en el peor momento posible” (Ley de Murphy) Si trabajo y persigo mis objetivos, pero tomo además esta ley como punto de referencia, cuando vengan las desgracias puedo encajarlas con un “Puede ser peor aún”. Por el contrario, si pienso que mi vida sólo puede ser feliz si soy amado por todos, si soy competente y consigo éxito en todas las tareas que emprendo, si las cosas salen como yo quiero, me predispongo a tener disgustos y frustraciones. En esta línea mis pensamientos son los que me hacen feliz o desgraciado, no mis circunstancias. Yo siempre voy a ser libre, de utilizar el pensamiento positivo, el optimismo – hay investigaciones recientes que muestran como los optimistas y los que ríen más, enferman menos, se curan antes y son más longevos- o el pesimismo. Podemos practicar el “arte de amargarnos la vida” viendo lo negativo continuamente o no.
De nosotros depende. “La vida es una tragedia si se la contempla en primer plano, pero una comedia, vista de lejos” (Chaplin) tomemos distancia para ver esa comedia, distanciémonos pues... Hablando de distancias... Si habéis llegado hasta aquí sin reíros es buena señal, es señal de que me habéis leído. "Desde que cogí tu libro hasta que lo dejé, no pude parar de reír. Algún día ya intentaré leérmelo." (Groucho Marx)
Un saludo.
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